Reseña del libro POBREZA Y DESARROLLO ENAMÉRICA
LATINA.
Sonia Álvarez Leguizamón. Editorial Universidad
Nacional de Salta EUNSA, Salta, 2008,
375 páginas.
María Ángela Aguilar, Facultad de Humanidades, Universidad
Nacional de Salta
(en Revista Andes, No. 21, 2010)
El libro recientemente publicado por la Editorial
de la Universidad Nacional de Salta (EUNSA 2009) se plantea analizar el vínculo
entre la pobreza, como problema socialmente construido, los modos de
calificarla, nombrarla, por ende de natularizarla; la modalidades de
intervención, su relación con los Organismos Internacionales y los discursos
sobre desarrollo, particularmente sobre el desarrollo humano. Para ello,
temporalmente, si bien la autora focaliza en la última parte del siglo XX, su
análisis es exhaustivo respecto de los últimos 50 años de dicho siglo, pero en
realidad repasa las políticas sociales de intervención sobre la pobreza y sobre
los pobres durante todo el siglo XX: particularmente el higienismo, sus
metamorfosis y solapamientos.
A su vez, espacialmente, aunque toma como estudio
de caso Argentina, su análisis busca identificar y destacar los rasgos comunes
y compartidos en América Latina, más allá de las formas específicas que fue
asumiendo en cada país. Además lo hace desde un lugar de observación teórico y
como investigadora de la periferia, de la periferia. Escribe desde las
márgenes, lo que le permite una mirada renovada, comprometida y desafiante
respecto de los abordajes de Argentina, en el campo de las ciencias sociales,
habitualmente construidas desde Buenos Aires casi como su equivalente.
En ese amplio abanico temporal y espacial, realiza
un cabal mapeo de la producción teórica y los debates, sobre los tópicos que
estudia, en América Latina, analizándolos y confrontándolos. A su vez, analiza
la secuencia de la producción de las Agencias Multinacionales en todo el
período de estudio. De más está decir que ello le ha implicado un trabajo de
sistematización de una gran cantidad de autores y documentos. Lo anterior es
posible debido a un arduo trabajo de lectura obsesiva y sin descanso, con rigor
y exigencia extrema que implicaron la consulta de variadísimas fuentes: bibliográficas,
de diversos archivos, de investigaciones de campo.
La autora demuestra capacidad para producir su
propio discurso abrevando de una importante cantidad de teorías, aunque
privilegia a Foucault y, aunque en menor medida, a Bourdieu y a Escobar. De
esta tarea quiero destacar particularmente tres cuestiones. El trabajo de
historización de prácticas sobre los modos de intervención más o menos
gubernamentalizados y de representaciones sobre la pobreza y los pobres,
especialmente en los capítulos III, IV y V, ensayando, como ella dice, una
arqueología(cito) “que permite reconstruir un segmento de la historia de las
poblaciones sumergidas, subalternas o dominadas, la historia del “otro”, aquel
que es a la vez interior y extraño a una cultura. Por ello debe excluirse,
conjurarse y distinguirse, debe ser nombrado y calificado. Forma parte de la
historia del orden de las cosas, de su naturalización diría Foucault”. Además
le permite describir las características que asumen los saberes autorizados “sus
discontinuidades y su encarnación en políticas nativas de intervención social”,
identificando momentos de ruptura y reconfiguración de relaciones de
dominación, de prácticas y modos de representación social.
Por otro lado, destaco la manera en que conceptuliza
las políticas sociales y cómo las aborda, dando una vuelta de tuerca
interesante o yendo más allá de Esping Andersen. La cito: “Entendemos a las
políticas sociales como un campo cultural de construcción de diferencias
sociales y una forma particular de contraprestaciones recíprocas entre el
estado, la familia, la comunidad y el mercado. En esta configuración pueden
convivir vínculos basados en el contrato de personas “libres” (trabajadores o
ciudadanos) – cuyas demandas se han ido materializando en derechos sociales con
un grado diverso de garantías – con los de tutela más o menos paternalista,
ejercidos sobre poblaciones consideradas inferiores o que quedan fuera de la
relación laboral a la que hay que controlar, disciplinar y generalmente
moralizar”.
Es
importante hacer también hincapié en el ejercicio de desnaturalización que
realiza el libro de un “discurso de verdad” tan profundamente hecho carne, como
el del desarrollo - y su pariente cercano el progreso – que lleva incorporado
diferenciales de poder, discriminación, inferiorización del otro, menos humano
o no-humano, como el: pobre, colla, criollo, cabecita negra y otras formas de
nombrarlo o calificarlo, que la autora desmenuza. Este discurso está
naturalizado, no solo en las ideas dominantes, sino también en muchas teorías
sociológicas, pero no exactamente desde el lugar que propone la autora, en su
diálogo con el pensamiento pos-colonial. En ese sentido sus hallazgos son
también una forma de denuncia, que saca a la luz su costado militante, pero es
una denuncia argumentada, fundada en una producción de conocimiento riguroso y
penetrante. Puedo afirmar que este libro es producto de un trabajo diría,
titánico, y es un reto al que pocos se animan ya que implica un desafío frente
a voces autorizadas para escribir sobre América Latina. En relación con ello,
me parece que el desafío ahora es que su análisis y reflexión, producto de
largos años de investigación, llegue a docentes, no solo universitarios - de
nivel medio y terciario - y a todos aquellos que trabajan diariamente con los
temas-problema que ella aborda: pobreza, políticas sociales, infancia, salud,
etc.
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